Un
compromiso significa una obligación contraída por medio de un acuerdo,
promesa o contrato, entre dos o mas personas. Cuando nos convertimos a
Cristo le prometemos muchas cosas, por ejemplo cambiar, orar, ir a la
iglesia. Le pedimos por la salvación de de nuestros familiares y por
todas las almas que necesitan salvación, y eso esta muy bien.
Pero
muchas veces nos olvidamos de lo que prometemos y dejamos de hacer
nuestra parte, y nos echamos hacia atrás a esperar a que Dios nos de lo
que le hemos pedido. Y cuando pasa el tiempo y vemos que nuestras
peticiones no son contestadas le reclamamos a Dios, entonces El nos
recuerda que nuestro pacto con El no fue solamente para El darnos a
nosotros, sino para que nosotros también le demos a El.
Ana
oro por mucho tiempo y lloro amargamente por un hijo, y Dios se lo dio, Ana le prometió a Dios que si El le daba un hijo ella
se lo iba a dedicar a El todos los días de su vida. (1S.1:11) Dios le
otorgo su petición y ella cumplió lo que le prometió a Jehová.
(1S.1:19-2:11)
Ya
es tiempo de que comencemos a cumplirle a Dios lo que le prometemos
para que podamos ver cumplido lo que pedimos. Oremos no solamente por
nuestras peticiones, también oremos por las peticiones de los demás.
Entreguemosle nuestros hijos a Dios y también los que no son nuestros
hijos.
Dios
no es hombre, para que mienta; Ni hijo de hombre para que se
arrepienta: El dijo, ¿y no hará?; Habló, ¿y no lo ejecutará? (Nm.23:19)
Si
El nos ha prometido la salvación para nuestros hijos y seres queridos
El cumplirá. Solo tenemos que esperar en El, porque El ha prometido y
hará.
No hay que olvidar que el compromiso auténtico tiene dos características: sinceridad y exigencia. Sólo cuando la persona es sincera y exigente con ella misma, es auténticamente comprometida, auténticamente amante y auténticamente libre. De esta misma manera, la verdadera livertad es la que compromete, la que transforma, la que consume. Si queremos sanar nuestro corazón y los corazones de los que nos rodean tenemos que asumir un compromiso como el de Dios: serio, claro y fuerte. No nos queda otro camino más que el compromiso auténtico, sincero y exigente.
No hay que olvidar que el compromiso auténtico tiene dos características: sinceridad y exigencia. Sólo cuando la persona es sincera y exigente con ella misma, es auténticamente comprometida, auténticamente amante y auténticamente libre. De esta misma manera, la verdadera livertad es la que compromete, la que transforma, la que consume. Si queremos sanar nuestro corazón y los corazones de los que nos rodean tenemos que asumir un compromiso como el de Dios: serio, claro y fuerte. No nos queda otro camino más que el compromiso auténtico, sincero y exigente.
Te esperamos en nuestra Escuela de Discipuldo y Entrenamiento EDE Febrero 2013.
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